jueves, 16 de noviembre de 2017

Un día mientras viajaba...

La garganta duele, me molesta, y siento que es agua hirviendo la que me quema. Veo las vías del tren abandonadas. Y debo preguntarme una vez más, por qué ninguno de nosotros hace nada por cambiar. Pero entonces me canso, dejó de pensar en ese gran meollo que significa mi país, y pienso sólo en mí.
Pero entonces ya no me pasa nada por la mente, y me veo obligada a preguntarme en qué momento me perdí, y en dónde es que estaré vagando, a la espera de mi verdadero camino.

Me doy cuenta que vivo el día sin esperar nada, y que me siento en paz, que no sufro, o tengo miedo, y que, por primera vez desde los dieciocho, me siento una adulta de verdad. Sin embargo, tampoco me siento feliz, aún me atormentan muchas cosas que no deberían, y siento que sólo sobrevivo, y no vivo.

A veces extraño el dolor que podría mi carne y esencia, porque por lo menos me hacía escribir cosas mucho más reales. Entonces me doy cuenta que soy autodestructiva, que soy yo misma quién se provoca el mal a falta de este, y que necesito de esa infelicidad para que ciertas letras comiencen a surgir, porque los recuerdos a veces no me son suficientes.

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